Un vistazo a la zona del Delta del Ebro… un paraíso perdido más.

Empezaremos llamando la atención sobre lo que un delta es y supone, tanto en cuestión de riqueza natural de vida y diversidad, así como un entorno idóneo para el desarrollo de una vida humana donde exista una gran posibilidad de recursos y se pueda vivir causando el menor daño posible.

Los deltas se forman cuando un río arrastra materiales sedimentarios durante su recorrido hasta que los deposita en su desembocadura.

El caso del delta del Ebro (el tercero más grande del Mediterráneo después del que forman el Nilo y el Ródano) está ligado a la acción humana desde hace siglos…

En https://www.elagoradiario.com/agua/delta-del-ebro-formacion-origen-futuro/ nos explican:

«El estuario del Ebro ha cambiado de aspecto en los últimos siglos. La deforestación de la cuenca en época romana provocó la erosión del terreno y la llegada de sedimentos. El delta creció gracias a esas aportaciones. Y ahora lleva décadas perdiendo terreno porque los materiales quedan retenidos en los embalses y no hay renovación».

Un ejemplo más de como al influir en una parte de la totalidad, las consecuencias afectan al resto.

En cualquier caso, de nuevo nos encontramos frente a un maravilloso capricho de las fuerzas de la naturaleza, que el hombre en vez de cuidar, proteger y aprovechar inteligente y racionalmente, ha explotado, modificado y dañado, con lo que esto supone para las formas de vida que hacen su hogar de este tipo de accidentes orográficos y fluviales.

En pocos kilómetros cuadrados nos encontramos con macizos, montañas y sierras de litoral que «mueren» en el mar, acompañando al segundo río más largo de la cuenca mediterránea, solo por detrás del Nilo… Formándose valles, riberas y marismas que acogen a una gran diversidad de especies animales y vegetales, todo sucediendo frente al mar, conectando el final del agua dulce con la inmensidad salada del «Mare Nostrum».

Todo esto sucediendo en un clima templado…

Solamente imaginar la inmensidad de expresiones de vida que pueden desarrollarse y conjugar entre sí… En fin.

Pero de nuevo el panorama es el que es: destrucción de lo natural, turismo y urbanismo irracional, contaminación, agricultura y ganadería, explotación ambiental, deforestación y priorización de los intereses egocéntricos por encima de todo y un largo etcétera de consecuencias del desorden.

Posibilidades… todas, pero como dicen: «no nos echaron del paraíso, lo talamos.»

Si ya de por sí es una circunstancia compleja el desarrollo vital en un universo material en constante cambio, donde las catástrofes naturales parecen ser herramientas de diseño y evolución… El ser humano egocéntrico, insiste en hacer de esta existencia «un infierno en la Tierra», nunca mejor expresado.

Hay daño en los ríos, en las montañas, en los valles, vegas y marismas… se daña el mar y se daña a la vida que en todos estos lugares trata de medrar…

Hay daño en el ser humano que daña.

Pudiendo vivir lo más fácil y sencillamente posible, todo se complica y se pierde en la irracionalidad imperante… Hay tantos aspectos del vivir actual sobre los que reflexionar y tanto miedo e ignorancia que impiden hacerlo.

Unos porque creen ya hacer lo correcto, otros porque ni siquiera contemplan que haya nada que mirar o cuestionar… En cualquier caso, todos sin mirar verdaderamente lo que está sucediendo y por ello el daño, su causa y consecuencias continúan «libremente» campando a sus anchas.

Es difícil transmitir con palabras la belleza de la naturaleza, es necesario ver para conocer… Pero cuando uno mira lo que es ahora, ve esa belleza tratando de abrirse paso entre tanto daño y destrucción, entre tanta irracionalidad.

Así que uno ve lo posible, no lo que podría ser, sino lo que puede ser, lo que debe ser… Y entonces si uno mira verdadera y honestamente, con franqueza, escepticismo y sin conformidad, llega a tocar con sus dedos la causa de todo daño, de todo error, de todo conflicto.

Es posible vivir en este mundo de una forma confortable y armoniosa, mientras los cataclismos y la evolución natural lo permita… Hay lugares idóneos, donde es más sencillo desarrollarse biológicamente y que este desarrollo produzca las menores consecuencias negativas posibles.

Una vida sencilla, natural, en armonía y relación con nuestro entorno.

Hasta hace un par de siglos, el delta del Ebro era una zona donde se cazaba y pescaba para subsistencia, y la vegetación cubría gran parte de la zona… El peso demográfico era muchísimo menor, solo había pequeños pueblos de pescadores y agricultores de huertas domésticas y cultivos de secano, y no fue hasta la llegada del cultivo del arroz, que se empezó a deforestar el delta y a utilizar las tierras para el cultivo del cereal.

Hoy en día es mucho el terreno dedicado a la agricultura y mínimas las zonas con verdadera vegetación y zonas silvestres… Aún así la fauna, sobre todo las aves migratorias, han conseguido sincronizar sus ritmos con los de los arrozales, modificando sus temporadas de cría y apareamiento, para disponer del alimento que las tierras temporalmente inundadas les proporcionan.

Hasta una gran colonia de flamencos ha decidido asentarse en una zona de salinas recientemente (si aumentáis la foto en la parte derecha al fondo los podéis ver). Todo un espectáculo, que al contemplarlo te hace de nuevo pensar en que maravilloso paraíso podría ser este lugar, si la mano del ser humano estuviera dirigida por la inteligencia y la racionalidad, en vez de por el utilitarismo egocéntrico que en su ignorancia y ceguera todo lo destruye.

Como dice la frase de Chéjov: «Si te paras a reflexionar, todo es maravilloso en este mundo… Todo, menos nuestros actos y pensamientos cuando no nos paramos a reflexionar.»


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