Uno se dedica a atender y examinar las consecuencias y causas del daño y el conflicto… Y lo que encuentra es ignorancia por todas partes. Ignorancia que no es no saber o desconocer lo que sucede, sino creer saber lo que de hecho no se sabe.
Y cuando hay esa ignorancia con ese creer saber, no hay espacio para escuchar ni examinar, no hay escepticismo ni verdadero interés en conocer y comprender.
Y el ecologismo no está libre de este pecado de soberbia, vanidad y engreimiento.
Igualmente entre los supuestos partidarios del cultivo natural, la norma y lo común es esta tan peligrosa ignorancia.
Comúnmente resumo esta situación con la siguiente frase: «Es posible estar plantando árboles y estar a la vez sembrando las semillas del desierto.»
Esta frase que tan pocos escuchan, señala un trágico hecho que por su importancia, relevancia y peligrosidad, debería ocuparnos seria y honestamente.
Porque no hay peor situación que creer estar haciendo lo correcto, con supuestas buenas intenciones, y sin embargo estar siendo parte del problema y el error.
Y lo común es autoengañarse, por desgracia es lo común, junto con la limitación al mirar y esta ignorancia que tan rápidamente cae en conclusiones sin poder pararse a reflexionar y examinar lo que está sucediendo.
El idealismo, el correr a tratar ser y hacer lo que se cree correcto dejando sin atender el hecho, lo que verdaderamente se está haciendo y siendo, es lo común.
Se funciona como la causa del conflicto y daño y sin embargo se quiere paliar las consecuencias del conflicto y el daño.
Sin causa no hay consecuencias… Sin embargo, que pocos se paran a reflexionar sobre las consecuencias siguiendo el hilo hasta llegar a la causa primera y única de todo daño y conflicto: el egocentrismo.
Lo falso está ocupando el lugar de lo verdadero, los productos del conocimiento limitado y fragmentario ocupan el espacio de la atención y la inteligencia.
Insisto: «Se puede estar plantando árboles y estar sembrando las semillas del desierto.»
Estamos en un momento de gran confusión debido a la sobre información y a la cantidad de conocimiento que acumulado se confunde con la verdadera sabiduría.
La sabiduría comienza por comprender lo que sucede en uno mismo y a partir de ahí avanzar y atender lo externo.
Sin embargo, el egocentrismo como movimiento del conocimiento que es, en sus intenciones por solucionar lo que considera y ve como un problema, produce más consecuencias y desorden que volver a tratar de solucionar produciendo más y más consecuencias en una espiral con catastrófico final.
Aquellos que dicen verdaderamente interesarse por lo que sucede en la naturaleza y por poner fin al daño, necesitan empezar por atender el conflicto que en ellos mismos sucede y del cuál el sufrimiento, en sus diferentes expresiones, es muestra y señal.
El ecologismo es limitación y fragmentación ya que es fruto del conocimiento que por «naturaleza» es limitado y fragmentario… La naturaleza, la creación o existencia, es un todo indivisible, incognoscible e inconmensurable y por tanto lo limitado no puede abarcar la totalidad.
Sin esta comprensión y una sana y atenta alerta sobre el hecho de poder engañarse a uno mismo creyendo estar haciendo lo correcto sin estar viendo ampliamente lo que sucede, todo seguirá siendo desorden, fragmentación e ilusión que perpetúan y continúan con el error, la confusión y el conflicto.
Y este es el panorama actual: ignorancia, rechazo a escuchar y mirar por uno mismo lo que sucede, opiniones, conclusiones limitadas y precipitadas, idealismo y la consecuente continuidad del error y confusión egocéntrica.
Las consecuencias por muy catastróficas que sean, son «simplemente» eso, consecuencias, efectos, síntomas de una causa.
El ecologismo y el actual falso movimiento del cultivo natural, no atienden la causa del daño a la naturaleza, sino que quedan más o menos agudamente perdidos y enredados en las consecuencias que confunden con la causa… Como el médico que se centra en paliar los síntomas y consecuencias de la enfermedad, sin conocer ni atender la causa… Y entonces la causa de la enfermedad continúa.
Y no hay peor enfermedad que la ignorancia… No hay peor enfermo que aquel que no sabe de la gravedad y peligro de su estado y que cree saber que es lo necesario y correcto, a pesar de que los hechos muestran que no es así, que verdaderamente no sabe, ni ve, ni conoce.
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